domingo, 12 de junio de 2016

Donde el rio se inclina

¡Al fin libre! Amanda había abandonado su trabajo rutinario de nueve de la mañana a cinco de la tarde, y lo había cambiado por la aventura. Para estar bien segura de conseguir aventura había logrado un contrato como pianista en los barcos que recorrían el Mississippi.

Tan pronto como se embarcó en el Cotton Queen, Amanda se vio rodeada por una mezcla de pícaros y de señores sureños. Todo esto era una francachela. Hasta que apareció Jay. A veces alegre y juguetón, a veces serio. Al principio él despertó su curiosidad. Y luego un deseo de estar con él todo el tiempo, que ella era impotente para explicarlo. ¿Quién era él? ¿Y por qué jugaba con su corazón como un jugador de póker? Ella ansiaba su tierno contacto, sus ardientes besos. Cada contacto, cada beso, la hacía desear más contacto y más besos… más aventura, más luz de luna.

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