No podían combinarse, eran
como el agua y el aceite. Sin embargo, Lee sabía que ella conseguiría lo que se
había propuesto.
Adinerado y poderoso, Jake
Rhome había estado dispuesto a darle todo a ella, con excepción de su libertad.
Ella lo había dejado y había tomado un trabajo de geóloga en una compañía petrolera
del Medio Oriente. Ella jamás soñó que su marido la seguiría hasta allí… y
menos aún que una herida de bala la arrojaría de vuelta en sus brazos siempre
dispuestos a protegerla.
«¡Lo que es mío lo
conservo!» le dijo él, y comenzó la batalla sensual. Prisionera de guerra en
las batallas del amor, Lee se juró darle una lección de amor y de libertad. Él
estaba decidido a destruir sus defensas, a amarrarla con el placer. Ella se
juró que jamás se rendiría sin luchar…