La idea de concebir
hijos sin amor, le repugnaba... huyendo no resolvería nada.
Un estremecimiento
involuntario la recorrió y él debió sentirlo, pues su brazo se hizo más
fuerte... y como si estuviera hambriento de todo lo que había perdido, apretó
sus labios contra los de ella y hundió sus dedos en la flameante cabellera. La
levantó en sus brazos y la cargó hasta lo alto de la torre. El mundo estaba muy
debajo de ellos y la fragancia de los limoneros les llegaba por oleadas.
Entonces él soltó una carcajada y su risa resonó con arrogancia.
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