Preludio de un escándalo
La
batalla entre la dama y el libertino estaba a punto de comenzar
Lady
Justine estaba dispuesta a perder su buen nombre, su reputación y su lugar en
la alta sociedad londinense, siempre ávida de rumores, por conseguir la
excarcelación de su padre. Pero cuando el legendario duque de Bradford
respondió a su oferta con una proposición de matrimonio, la apuesta subió
varios puntos. Porque aunque el seductor lord era famoso por sus conquistas, se
mostraba indiferente tanto a su devoción como a sus encantos. Y Justine temería
muy pronto haberse molestado para nada...
Érase una vez un escándalo
Estaba
a punto de enamorarse del único hombre al que jamás amaría... por segunda vez.
Lady
Victoria Jane Emerson dejó atrás su idea romántica y juvenil del amor cuando
Jonathan la abandonó sin contemplaciones. Cuando le llegó el momento de elegir
marido, se prometió a sí misma casarse con alguien que no pudiera romperle el
corazón.
A
su regreso a Inglaterra, tras saldar las deudas de su familia, Jonathan Pierce
Thatcher, vizconde de Remington, descubrió que, casi milagrosamente, había sido
elegido para competir por la mano de su amada Victoria. Convencer al amor de su
vida de que volviera a creer en la magia del romanticismo y en las delicias del
deseo era el mayor reto al que se había enfrentado nunca. Y no podía fracasar.
El escándalo perfecto
Si
había algo que Tristan Adam Hargrove, cuarto marqués de Moreland, había
aprendido a evitar, era el escándalo. Porque el apuesto marqués no solo era un
caballero honorable incapaz de seducir a una mujer en provecho propio. También
era el autor de Cómo evitar un escándalo, el célebre libro rojo que se había
extendido como un incendio entre la aristocracia londinense.
Cuando
una belleza de negra melena llegó a su vecindario, Tristan comprendió que no
debía sucumbir al deseo. Sabía muy poco de aquella mujer: solo que era de noble
cuna, que se hallaba bajo la protección de la Corona y que era, por tanto,
completamente inadecuada para las bajas pasiones a las que él se entregaba en
secreto. Si no hubiera visto su vulnerable belleza una noche aciaga... Si sus
labios no fueran tan arrebatadoramente rojos... Si no fuera ya demasiado tarde
para salvarla a ella, y a sí mismo, de la pasión irrefrenable que estaba a
punto de desatarse en nombre del amor... hubiera podido evitar el escándalo.
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