Esa
plebeya le estaba vedada…
Cuando
a Eve le ofrecieron ser la responsable de las caballerizas del reino de
Chantaine, le pareció una oportunidad que no podía desperdiciar. Eran unos
caballos impresionantes, como el entorno, aunque había un inconveniente: el
príncipe Stefan, quien sería su apuesto, pero desquiciante jefe. Stefan estaba
decidido a ser un gobernante de verdad, no como los playboys que lo habían
precedido. Sin embargo, la increíble texana que acababa de contratar conseguía
que pensara todo el rato en otra cosa. Nunca había conocido a una mujer que le
pusiera tanto a prueba… o que fuera tan irresistible.
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