Susan
Vance era mujer. Pero también era oficial de carrera y estaba decidida a
cumplir su deber.
No
sucumbiría a su nuevo y arrollador comandante en jefe.
Primero,
el seductor general la promovió al rango de mayor; ahora la reclamaba como
suya.
Trató
de negarse, pero él invadió su corazón con un beso de fuego.
Era
una guerra de voluntades, una llamada a las armas, un apasionado combate de la
clase más riesgosa.
Ella creía conocer al
enemigo y supuso que podría superarlo en su propio territorio, hasta que
descubrió al traidor en su propio corazón.
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