Ella era una formidable secretaria. ¿Pero qué hacía pensar a
los hombres que su buena voluntad para el trabajo significaba que estaba
también dispuesta a compartir la cama con ellos?
Más de una vez los verdes ojos de Keri, su cabellera rojiza,
y su cuerpo sensual le habían hecho perder un buen trabajo. Pero ahora ella se
sentía segura. Ella aparentaba eficiencia pura, cubierta por una caparazón de
hielo.
Hasta que Dain la obligó a salir de su acogedora oficina
para llevarla a las lujosas "suites" de él. Bastó una mirada para que
ella comprendiera el peligro en que se encontraba. Bastaría el contacto con sus
manos fuertes y acariciadoras para que el disfraz cayera, para disolver el
hielo y para penetrar en su obstinado corazón.
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