El testamento era muy claro:
la granja de la playa de Betangera no pertenecería nunca a Jenni a menos que se
casara y el matrimonio durase un mínimo de un año. De no ser así, la granja pasaría
a manos de su primo Ronald. Así que Jenni se encontraba en una difícil
situación; no sabía dónde podría conseguirse un marido en tan poco tiempo y
tampoco sabía si sería capaz de hacer algo así…
La llegada de William y la
oferta de matrimonio que le hizo fueron una grata sorpresa. Él no deseaba
casarse, pero no pensaba permitir que Ronald heredara la granja. William se
sorprendió de lo bien que lo pasaba en compañía de Jenni, aunque tenía muy
claro que, en cuanto el plazo terminara, se marcharía de allí y seguiría con su
vida. Pero, de repente, no estuvo tan seguro…
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